Ambos han coincidido en un restaurante madrileño. Menuda casualidad. Gallardón abandonó por un momento su poltrona consistorial y se paseó, como todo hijo de vecino, por las calles de Madrid. Y el destino, cegador de sueños vacíos, le condujo hacia el mismo lugar en el que se encontraba Montserrat Corulla Castro, encausada como presunta testaferro de Juan Antonio Roca. Pero qué pequeño es el mundo… ¿Hablarían?
El nombre de esta mujer, aunque ya conocido por los profesionales que siguen al pie de la letra el proceso judical del Caso Malaya, ha saltado a la palestra mediática y, con ello, al discurso de los ciudadanos, desde que el otrora candidato socialista a la Alcaldía de Madrid, Miguel Sebastián mostrara en un debate público la foto de la desdichada, una maniobra poco hábil desde el punto de vista de la política tradicional. Aquel acto le reportó más disgustos que otra cosa. Eso propició que, incluso desde su propio partido reprobaran tales actuaciones. Eso subió a los socialistas madrileños a una peligrosa noria.
Entonces, si ambos se encontraron «por mera casualidad», ¿no es de extrañar que el dirigente ‘popular’ le sacara los dientes a su adversario arremetiendo contra él por calumnias e injurias? ¿Mentía entonces Gallardón? ¿Sigue mintiendo? La política se mueve a través del derribo del rival…a través de firmes argumentos. Al igual que en la Antigua Grecia, la persona que mejor defendía sus ideas a través del arte de la oratoria se llevaba el gato al agua. Después de esto las sospechas han vuelto a aparecer.
Porque esta coincidencia da pie a pensar que se trataba de un error. Que la implicación de Gallardón en la Operación Malaya sí estaba más cerca de lo que algunos pensaban. Ahora que se han compuesto los diferentes ayuntamientos, era momento de dar un paso firme en la supuesta relación entre Gallardón y Corulla, la mujer de oro. Se vieron, seguro, para cerrar algunos flecos y tratar de reencontrar la cordura, aunque al parecer no compartieron mesa. Y es que cuando el río suena…