Uno sueña con ser periodista en el momento en el que tiene la necesidad de comunicar pero, aparte de esta característica innata en el hombre, uno se convierte en periodista cuando decide informarse, investigar, adquirir conocimiento y, sobre todo, querer plasmarlo de alguna manera en los ya conocidos formatos de texto, audio o vídeo para contarlo al mundo.
Hay quien sueña, en el momento de iniciar una casi inservible carrera de Ciencias de la Información, con viajar a zonas de guerra. Cada vez más, la figura del reportero de guerra es una especie en extinción. La imperiosa globalización de la comunicación dificulta el acceso de los periodistas extranjeros a ‘territorio comanche’.
En pocas ocasiones admiro a un periodista. En un interesante encuentro digital en El País, el periodista y fotógrafo Gervasio Sánchez considera que existen, a su juicio, tres condiciones para ser reportero de guerra:
1. Estar dispuesto a trabajar 17 veranos de camarero (empecé en 1975 con 15 años y lo dejé en 1991 con 32 años).
2. Estar dispuesto a transitar por las carreteras secundarias del periodismo donde se encuentran las grandes historias.
3. Estar dispuesto a dormir en hoteles de ínfima calidad, comer lo menos posible, viajar en los autobuses con las rutas más irregulares. En realidad el camino es fácil si se tiene pasión por este trabajo.
En ese sueño del que hablaba anteriormente, todos hemos caído en la tentación en alguna ocasión. Pasa el tiempo y se hace, hoy en día, mucho más difícil alcanzar nuestras metas. Pero es a base de ilusión, de coraje y esperanza como uno lo consigue. Porque no todo está dicho.
Y volviendo al tema de los corresponsales de guerra, ¿hace falta una “madera especial” para estar allí, en el frente, donde las balas no son de mentira, que si te acarician te desgracian? Este gran periodista tiene claro que no se debería acudir a una guerra “por motivos pueriles” con el afán de buscar “aventura” o como forma de ganar un premio. No. “Lo mejor es que empiecen documentando lo que ocurre a sus alrededores, las contradicciones que derriten a las sociedades del bienestar. Los periodistas que acudimos a las guerras tenemos los mismos deseos que todo el mundo”.
Antes de finalizar la entrevista con los lectores, el coautor de ‘Los ojos de la guerra’ dijo algo que me llamó mucho la atención, que quizá todos aquellos que sueñan con cubrir un conflicto desde su interior deberían tenerlo en cuenta:
“Cualquier especialidad del periodismo es gratificante si se realiza con pasión. Cuando yo era muy joven creía que la guerra era apasionante, una gran aventura. Muy pronto descubrí que la guerra es el fracaso absoluto del Hombre y que si uno acude debe hacerlo por razones de peso, quizá por el deseo de documentar esa locura. No me gusta hablar de lo que las situaciones duras que he vivido. Creo que es parte de la intimidad y me molesta mucho los periodistas que hablan más de sí mismos que de lo que ocurre.”
Me ha encantado tu post 😀
Es cierto lo que dice sobre las guerras, «es el fracaso absoluto del Hombre y que si uno acude debe hacerlo por razones de peso, quizá por el deseo de documentar esa locura».
Una locura en la que los testigos siempre son los mismos: Los malos, los civiles y los corresponsales.
Alguien tiene que ir a contar lo que ocurre en estos territorios que se rigen bajo la las leyes del «todo vale» y que podrían denominarse «ciudades sin ley».
Saludos jefe 😉
No es que yo tenga mucha experiencia en los temas de eso. Lo único que te puedo decir es que hace unos años tuve la ocasión de visitar la Bosnia y la Croacia de la posguerra y solo queda una cosa en la mente: La destrucción de la cultura, sus gentes y su economía por los intereses de unos pocos y encima, suelen ser más personales que de estado.
En fín, que al final siempre es lo mismo y que, como bien dice Gervasio, ni aventura, ni glamour ni nada de eso sino que la crudsa realidad hace que veas lo ruin que es nuestra especie.
Si de verdad admiras a Gerva no deberías perderte el discurso que pronunció hace unas semanas cuando le entregaban el premio Ortega y Gasset, lo hizo en presencia de la vicepresidenta del gobierno, varias ministras y ministros, exministros del Partido Popular, la presidenta de la Comunidad de Madrid, el alcalde de Madrid, el presidente del Senado y centenares de personas.
» Estimados miembros del jurado, señoras y señores:
Es para mí un gran honor recibir el Premio Ortega y Gasset de Fotografía convocado por El País, diario donde publiqué mis fotos iniciáticas de América Latina en la década de los ochenta y mis mejores trabajos realizados en diferentes conflictos del mundo durante la década de los noventa, muy especialmente las fotografías que tomé durante el cerco de Sarajevo.
Es un gran honor porque varios de mis mejores amigos a los que respeto profesionalmente pertenecen a la plantilla de este diario. Queridos Ramón Lobo, Guillermo Altares, Miguel Ángel Villena, Jorge Marirrodriga, Francesc Relea, Miguel Gener, Alberto Ferreras, Gorka Lejarcegui, incluso tú querido Alfonso Armada, a los que he nombrado y a los que tengo en mi mente, a todos vosotros que me apoyasteis en los momentos más duros os dedico este premio de todo corazón.
Quiero dar las gracias a los responsables de Heraldo de Aragón, del Magazine de La Vanguardia y la Cadena Ser por respetar siempre mi trabajo como periodista y permitir que los protagonistas de mis historias, tantas veces seres humanos extraviados en los desaguaderos de la historia, tengan un espacio donde llorar y gritar.
No quiero olvidar a las organizaciones humanitarias Intermon Oxfam, Manos Unidas y Médicos Sin Fronteras, la compañía DKV SEGUROS y a mi editor Leopoldo Blume por apoyarme sin fisuras en los últimos doce años y permitir que el proyecto Vidas Minadas al que pertenece la fotografía premiada tenga vida propia y un largo recorrido que puede durar décadas.
Señoras y señores, aunque sólo tengo un hijo natural, Diego Sánchez, puedo decir que como Martín Luther King, el gran soñador afroamericano asesinado hace 40 años, también tengo otros cuatro hijos víctimas de las minas antipersonas: la mozambiqueña Sofia Elface Fumo, a la que ustedes han conocido junto a su hija Alia en la imagen premiada, que concentra todo el dolor de las víctimas, pero también la belleza de la vida y, sobre todo, la incansable lucha por la supervivencia y la dignidad de las víctimas, el camboyano Sokheurm Man, el bosnio Adis Smajic y la pequeña colombiana Mónica Paola Ojeda, que se quedó ciega tras ser víctima de una explosión a los ocho años.
Sí, son mis cuatro hijos adoptivos a los que he visto al borde de la muerte, he visto llorar, gritar de dolor, crecer, enamorarse, tener hijos, llegar a la universidad.
Les aseguro que no hay nada más bello en el mundo que ver a una víctima de la guerra perseguir la felicidad.
Es verdad que la guerra funde nuestras mentes y nos roba los sueños, como se dice en la película Cuentos de la luna pálida de Kenji Mizoguchi.
Es verdad que las armas que circulan por los campos de batalla suelen fabricarse en países desarrollados como el nuestro, que fue un gran exportador de minas en el pasado y que hoy dedica muy poco esfuerzo a la ayuda a las víctimas de la minas y al desminado.
Es verdad que todos los gobiernos españoles desde el inicio de la transición encabezados por los presidentes Adolfo Suarez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero permitieron y permiten las ventas de armas españolas a países con conflictos internos o guerras abiertas.
Es verdad que en la anterior legislatura se ha duplicado la venta de armas españolas al mismo tiempo que el presidente incidía en su mensaje contra la guerra y que hoy fabriquemos cuatro tipos distintos de bombas de racimo cuyo comportamiento en el terreno es similar al de las minas antipersonas.
Es verdad que me siento escandalizado cada vez que me topo con armas españolas en los olvidados campos de batalla del tercer mundo y que me avergüenzo de mis representantes políticos.
Pero como Martin Luther King me quiero negar a creer que el banco de la justicia está en quiebra, y como él, yo también tengo un sueño: que, por fin, un presidente de un gobierno español tenga las agallas suficientes para poner fin al silencioso mercadeo de armas que convierte a nuestro país, nos guste o no, en un exportador de la muerte.
Muchas gracias»
Carla si te soy sincero, lo escribí pensando en ti. Menos mal que todavía alguien quiere vivir ese ‘sueño’.
Rafa, hombre, tu primera entrada en este humilde blog. Encantado de recibirte.
Y, bueno, señor/a desconocido/a. Muchas gracias por la referencia. Muy interesante.
Magnífico post que ya guardé convenientemente para que no se me pierda entre tanto post.
Felicidades por este post, por el premio a la mejor labor peiodística y por el blog.
Saludos
Júcaro, muchas gracias.
Me hizo mucha ilusión saber que lo escribiste pensando en mi 🙂
Es muy triste que aún exista gente como yo que tenga ese sueño , porque se reduce básicamente a que queremos cubrir conflictos armados, pero como siempre te digo , alguien tiene que ir a contarlo y con ello intentar aportar nuestro pequeño granito de arena a este mundo sin sentido.
Eres genial!!! 😉
Muaaaaaaaa