«No tardé mucho en descubrir que los más sufrientes en el Nuevo Mundo eran lo indios, diezmados hasta casi la extinción por las enfermedades llegadas desde Europa y Oriente y consumidos por el excesivo trabajo en que los ponían sus encomenderos.
«El sistema de encomiendas funcionaba en todas las Indias y consistía en que los nativos conquistados eran repartidos por la Corona entre caballeros y nobles españoles de prestigio reconocido. Los indios estaban obligados a trabajar para ellos y, de este modo, se obtenían los obreros necesarios para explotar las riquezas del Nuevo Mundo.
«Aunque, según la ley, los indios eran hombres libres, en el uso de esta ley los encomenderos los trataban como a esclavos sin ningún valor pues nada costaban mientras que a los negros había que comprarlos y pagarlos en los mercados. (…)
«Con todo, los esclavos que huían de las ciudades eran cada vez más numerosos y los propietarios empezaban a estar desesperados. Hubo muchas reuniones en Cartagena y en Panamá para intentar resolver el problema y la solución que se adoptó a la postre fue la de utilizar a cimarrones traidores que obtenían su libertad guiando secretamente a los soldados hasta los palenques».
Tierra firme, Matilde Asensi
Un comentario en “Reflexiones de la historia (XI)”