Creo

1917. Años antes del comienzo de la vergonzosa Guerra Civil que azotó a España, un escritor, afincado en Monóvar (Alicante), llamado José Martínez Ruiz escribió un caluroso día de junio un artículo que se convertiría en un manual del perfecto periodismo y que, hoy, nueve décadas después, permanece vigente. Porque, por contrario que parezca, otro periodismo es posible.

Creo en un periodismo serio, sin sensacionalismos, con titulares atractivos, sí; ‘chocantes’, por supuesto; impactantes, sobretodo, pero no tendenciosos ni manipulados. Creo en un periodismo en Internet a base de utilizar correctamente la hipertextualidad, porque si algo ha cambiado la prensa gracias a Internet, es esa capacidad de enlazar, de reducir el contexto, de explicar y crear redes de información. Además, ese vil periodismo de ‘copia y pega’ atroz, sin contrastar, sin ni siquiera tener coherencia (no se puede poner en un párrafo Irak y, en los siguientes, Iraq; o ofrecemos un estilo o no nos leerán) debe quedar desterrado y apostar, firmemente, por los temas propios, cuidadosamente redactados.

Es el eterno dilema de la calidad sobre la cantidad. Tú decides. O hacer pocos temas pero bien redactados, bien escructurados, utilizando las posibilidades que ofrecen las nuevas teconologías, plurales, rigurosos o, por el contrario, muchos pero sin editar, huyendo de los enlaces, olvidándose de que a veces una imagen vale mil palabras, sin levantar el teléfono para realizar ni una sola llamada, sin ni tan siquiera corregir las faltas ortográficas y las erratas. Y es que Internet permite publicar rápidamente, informar lo antes posible y, posteriormente, rectificar. Es a lo que se reduce todo.

Porque estamos en un gran momento para la prensa. Hay que confiar en que se puede realizar un periodismo sin ataduras, correcto, sensible con los verdaderos problemas de la sociedad. Elegante, nunca zafio. ‘Azorín’, del que tanto respeto y admiración me suscita, lo tenía claro cuando publicó en el diario ABC su manual de periodismo:

1. Ser breve: No debe el periodista ser prolijo ni confuso; debe escribir breve; para escribir breve se necesita tiempo; se escribe largo cuando se dispone de poco tiempo y no hay lugar para el acendramiento y la condensación.

2. Ser claro: Complemento de la concisión es la claridad. En vano ser breve si no se fuera también claro; es decir; comprensible y, en un momento, para todo el mundo.

3. Exponer una sola idea: Con una sola idea, hasta para un artículo.

4. No ser erudito: O sea, no ufanarse ante el lector, para que el lector nos admire, de una erudición enfadosa. Se escribe para todo el mundo. Eso es periodismo.

5. No improperar: No hace falta para la exposición y propagación de un ideal, el improperio. Pierde fuerza con la invectiva el razonamiento. Ser cuidadoso con el lenguaje.

6. Contar lo que se ha visto: Fatalmente, sin que lo pueda evitar nadie, el periodista que narra algo prime en su relato cosas que él supone que conoce el lector. Dejar su impronta.

7. No tomar el peor partido porque el contrario tome el mejor: Máxima de Gracián es esta. No nos obcequemos; no sigamos el refrán que dice: » a tuerto o a derecho,  nuestra casa hasta el techo».

8. Insinuación y no exabrupto: No siempre se ha de atacar o explanar una doctrina bruscamente.

9. Reservar lo decisivo: Cuando se discute o explana una cuestión, no descubramos en el primer intento todas nuestras razones. Ser elegante.

10. No usar series. El periódico es una hoja volandera y efímera; se lee y se abandona. Todo lo que se le da al público debe ser acabado. -Aportar todos los datos posibles, querrá decir, porque no estoy muy de acuerdo con ello-.